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Barbier-Mueller

Al haberte escogido y al mirarte ahora pensando que debo establecer un diálogo contigo, veo que con tus ojos pareces preguntarme sobre mis dudas. Dudas que se van disipando al constatar, ahora sí, ya con mayor seguridad, que tu belleza está en consonancia con la actitud, severa y digna, que mantienes, como si estuvieras en el “cante”. Así, con los pies bien plantados, las piernas ligeramente separadas, las manos entrelazadas sobre la cintura y en esa mirada penetrante, profunda, de cuando uno está en ese momento sublime de la creación y por la que se adivina en tu canto, cantos primarios, que nos estas hablando de los hombres y mujeres de tu tierra, de tu paisaje, de un paisaje que creo de luz húmeda y dorada, como el color de óxido, que nos muestras en tu vientre.

 

Joan Hernández Pijuan

Barcelona, junio 1.999