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El paisaje que uno mira (2005)

Muchas veces he pensado que este gusto por el vacío y por la parquedad de elementos que utilizo me vienen dados por el sentimiento, por la memoria, y no tanto por el recuerdo, de las temporadas, en mi infancia y primera juventud, a los paisajes sobrios y duros, y hermosos por esta misma sobriedad, como el de La Segarra leridana.

Paisaje alto, de tierras llanas o bien onduladas, de horizontes bajos, trabajados por la mano del hombre, acotados por arquitecturas populares, de radicales cambios de color, de color total, de luz dura, de veranos espesos en los que el color, casi en monocroma, pastoso, se hace materia.

Paisaje al cual retorno con frecuencia y donde comparto, junto con el de Barcelona, taller y horas de trabajo. Quizás de allí proviene esta radicalidad del color, esta luz no impresionista, no atmosférica, mi gusto por la monocromía, por el color pastoso, por el color total, por el color radical y por la acotación que señala límite o por los límites que delimitan espacios.

Si he hablado de que se trataba de "convertir el espacio en algo que uno mira" podría decir también que se trata de convertir el paisaje en algo que uno mira.

Folquer, maig 2005