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Mi forma de mirar

Una luz plateada recorría raseante los campos. Desde lo alto, desde la pequeña ventana del estudio no podía dejar de mirar el milagro de la luz. El enorme contraste entre la luz y la sombra, ese contraste dibujado por las distintas terrazas, por los márgenes y los límites del campo. Era ese momento inmóvil y silencioso del atardecer.

 

Al principio intenté imitar el color. Era como de plata vieja y me encontré con los blancos.

 

Me interesó la sensualidad de dibujar sobre la superficie blanca y blanda del óleo.

 

Ese blanco casi monocromo me llevó a utilizar mayormente el color entero, en su pureza, (blanco, tierras rojas, negros, amarillos de Nápoles…), es decir a utilizar el color sin más mezclas que la que se produce sobre la misma superficie por el mismo ritmo del trabajo. Un trabajo rápido y tenso en el que los matices, transparencias, gradaciones, densidades, etc., se dan, cuando se dan, por el mismo acto de pintar.

 

Por esa sensación de que mano y mirada se aúnan para decidir resultados, unos resultados que, desde un principio, irán señalando el camino a seguir hasta llegar a ese momento en que no hay necesidad de más, en que el cuadro no acepta ya nada más. La obra está terminada y va, seguramente, a reflejar mi forma de mirar, mi forma de estar.


Barcelona, abril 2005